Un 2024 recientemente ido y un 2025 recientemente ingresado. Entre medio, lo que popularmente se indica como mucha tela para cortar: un sinfín de situaciones, sucesos, perplejidades que, a quien lo desee, le imponen balances, recuerdos, análisis, proyecciones a futuro. Pero a quienes tienen la responsabilidad de gobernar, no se les debe escapar. Todo ello desde la perspectiva con que se mire.

En este espacio informativo nos remitiremos a proponer, en una modesta consideración y con la mayor objetividad posible, algunas de las cuestiones por las cuales, en este pago bajo la Cruz del Sur, los rosaleños debimos detenernos a pensar, a conmocionarnos, a buscar respuestas o soluciones, a observar el futuro con márgenes de esperanza.

Sin ánimo de pecar de pesimistas debemos reconocer que el saldo fue más negativo que positivo. El impacto económico global generado por una política nacional de recorte y desfinanciamiento en nombre de una estabilidad fiscal, que muy poca gente entiende pero que sirve a intereses de unos pocos, ha dejado secuelas, en muchos casos, dolorosas para nuestra vecindad.

La denominada motosierra mileísta dejó en la calle a muchos trabajadores y trabajadoras. Y el reciente anuncio del congelamiento de ingreso a puestos de trabajo en el estado nacional seguramente será catastrófico para una población como la nuestra cuya sustentabilidad laboral y económica ha sido, desde siempre, dependiente del estado.

Y ya que de economía se trata y, contrariando a los índices inflacionarios anunciados por los economistas adláteres al gobierno –que suenan tan rimbombantes como mentirosos, ¡basta con recordar el progresivo aumento de los precios del pan, de la leche, de las carnes, de los productos alimenticios, del combustible!, cualquier rosaleño deberá admitir que nuestros bolsillos enflaquecieron, aun aquellos que están de acuerdo y hasta ponderan el estado de nuestra economía nacional. Ni hablar de las tarifas y los impuestos.

Ante este marco restrictivo de los presupuestos tanto nacionales como los provinciales, la actual administración local, debió gobernar entre aciertos y desaciertos, y con un descontento generalizado.

Coadyuvó a ello la serie de contingencias que complicaron la gobernabilidad y activaron el mencionado descontento. A saber, un terrible temporal apenas iniciada la gestión cuyas secuelas aún hoy no han sido resueltas, la imposibilidad de realizar obras de envergadura para corregir y mejorar el estado arquitectónico de la ciudad, las disidencias políticas en el cuerpo deliberativo que desembocaron en la remoción -acaso innecesaria- de su máxima autoridad, cierta desorganización en la concreción de proyectos y en la reglamentación de ordenanzas, ínfima creatividad para la administración de los también ínfimos recursos obtenidos de las recaudaciones de los ciudadanos, crecimiento de la inseguridad, deterioro del patrimonio edilicio especialmente el educativo, aumento de la pobreza y la indigencia de muchos habitantes, la escasa generación de trabajo genuino y blanqueado. Y sigue la lista.

El impasse vacacional típico de la población de nuestra ciudad ofrece una suerte de plafón para alivianar las tensiones, y para encarar la administración del nuevo año con un margen credibilidad que deberá, con el cuidado y la precisión y creatividad necesarias, redunde en una mejor calidad de vida de nuestros vecinos y nuestras vecinas.

Por el Lic. Sergio Soler. Escritor. Traductor. Docente universitario.