José, tiene 28 años y hace malabarismo en las esquinas para ganarse la vida, aunque a veces no lo dejan.

Últimamente siente que lo acosan, que lo persiguen. Por eso cada vez que sale de su casa le dice a su mujer: “Si no vuelvo a tal hora anda a buscarme a la comisaría”.

Luana, es su compañera, madre de su hijo de 10 meses, Pietro. Dejó su Brasil natal en busca de un mejor pasar.

“Yo entreno todos los días para entregar mi arte. Hago malabares en los semáforos y con eso me gano la vida. Es un trabajo honrado, por más que alguno diga lo contrario”, dijo José a Punta Noticias.

Al artista callejero contó que “corta clavos” cada vez que sale a trabajar porque ya fue demorado por la Policía Comunal “porque los vecinos se quejan” que obstruye el tránsito.

“No hay ninguna ley u ordenanza que me impida hacer lo que hago”, insistió.

Mencionó que intentó comunicarse personalmente y por carta con el intendente Mariano Uset, pero no tuvo suerte.

“Me dijeron que no le interesaba mi caso y que daba mala impresión a la ciudad”, agregó.

Luego señaló que ha ido a hablar la comisaría para que no lo demoren.

“Me dijeron que si los vecinos llaman y denuncian, me tiene que ir a buscar. Entonces les digo que tendrían que corroborar primero si estoy obstruyendo el tránsito o molestando a alguien. ¿O se puede denunciar a cualquiera y acusarlo de algo para que lo lleven preso?”, consideró.

Según relató, hace unos meses fue demorado porque no tenía los documentos y trasladado a la sede policial por “averiguación de antecedentes”, pero que le labraron “una contravención por disturbio en la vía pública”.

“Nunca me llevaron preso por hacer malabares, sólo en Punta Alta”, dice con pena el joven que recorrió Bolivia, Perú Ecuador, Brasil y Colombia haciendo arte.

Y recuerda: “Me llevaron preso como a un delincuente, en pleno centro. Nunca me trataron tan mal”.

José nació en San Cristóbal, provincia de Santa Fe y con su familia se radicó en Punta Alta hace 20 años.

“Me considero puntaltense, acá tengo a mi familia y amistades”, acotó.

En momentos que la economía aprieta, se hace difícil sobrevivir y José lo sabe.

“Le debo plata a mi hermano que tiene un almacén y me fía. Me ayuda porque es mi familia, pero si no trabajo no le puedo pagar lo que le debo”, reconoce.

Casi como un grito de auxilio reitera: “No soy un delincuente, necesito que me autoricen a trabajar y me den la tranquilidad que no me van a llevar preso, que me dejen desarrollar mi arte, solo eso pido”.