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Un viaje hacia el horror: una muestra revela cómo se vivió el Mundial del 78 en el centro clandestino de la ESMA

14 de Julio de 2018

El sótano del edificio de la Armada en Buenos Aires fue uno de los lugares más siniestros de detención, tortura y exterminio durante, antes, y después del torneo internacional que se jugó en Argentina durante la dictadura cívico militar eclesiástica y judicial.

Dictadura Mundial 78

"Yo te alentaba desde el sótano", le dice Ricardo "Serafín" Coquet a Jorge Olguín, campeón del Mundial 78. "Serafín" estuvo detenido en el Centro Clandestino de la ESMA desde marzo de 1977 a diciembre de 1979. El encuentro se produjo en la inauguración de la muestra "El Mundial en la ESMA" que se lleva a cabo hasta el 31 de agosto en el Museo Sitio Memoria ESMA.

El sótano fue uno de los lugares más siniestros del centro clandestino de detención, tortura y exterminio durante, antes, y después de la Copa del Mundo del 78. A su vez, Alfredo "Mantecol" Ayala, quién estuvo detenido en la ESMA, cuenta que los militares lo llevaron a la calle a festejar el triunfo del equipo de Menotti. "Por ahí así chupaban a otro", reflexiona. Y Cristina Muro, esposa del detenido-desaparecido Carlos Alberto Chiappolini, mantiene el recuerdo vivo de una pistola apuntando a su hijo de tres años, sujetado desde los pies y cabeza abajo, para que no gritara y alarmara a sus vecinos. Su marido era secuestrado por un grupo de tareas de la ESMA y está desaparecido desde entonces. Todo ocurría pocos meses antes del Mundial . Entonces, decidió refugiarse en lo de su madre, en La Boca. De pronto, escuchó sirenas que sonaban con un volumen estruendoso. "Si me vienen a buscar, yo me tiro", le decía Cristina a su madre. ¿Qué pasaba? Debajo, con camiones que funcionaban como boleterías, ensayaban la venta de entradas antes de la Copa del Mundo y cientos de personas gritaban eufóricos. "Vos tenías miedo y el pueblo te estaba cuidando", le susurró su madre.

Ricardo le vuelve a agradecer a Olguín la presencia. Agradece la valentía del campeón del mundo para acercarse a un espacio que algunos de sus ex compañeros quizá intuyen que podría serles hostil por el contraste de la alegría del Mundial y el horror que se vivía en el edificio del Casino de Oficiales. A Olguín lo conmovieron las palabras de Ricardo. "Es difícil hablar después de escuchar estos testimonios", atina a esbozar el ex defensor de la selección. El sótano desde donde lo alentaba Ricardo era un siniestro habitáculo de 30 metros por 15 donde llegaban los detenidos. Allí eran torturados, realizaban trabajo esclavo y hasta reparaban las picanas. Allí, durante el Mundial, también funcionó un comedor y había un televisor para ver los partidos. "Yo estaba con un compañero, otro testigo, prefiero esa palabra porque sobrevivientes me suena más sufriente -cuenta Coquet-. Ganamos 6-0 - el partido contra Perú que definió la clasificación argentina a la final - y obvio que nos pusimos muy contentos. Pero de golpe escuchamos que cerraron las puertas y eso pasaba cuando traían a alguien secuestrado. Cuando salimos, pasamos de esa pequeña euforia mundialista a ver un compañero tirado en el piso, muerto. Estaba con ese azul cianótico (en referencia al tono que la piel adquiría luego de tomar una pastilla de cianuro)", relata Coquet. "No sé cómo explicar que nosotros, los jugadores, realmente no tuviéramos la menor idea de lo que estaba pasando. Si lo hubiéramos sabido...", sigue Olguín. Y añadió: "Lo siento de corazón y agradezco la invitación a compartir este momento".

Los casos de Coquet y Ayala se suman a otros tantísimos testimonios del horror durante el Mundial. "Mientras escuchábamos por un lado los gritos de los torturados, también escuchábamos los gritos de los goles", contó Ana María Soffiantini en el juicio por la megacausa de la ESMA que se llevó a cabo en 2010. Graciela Daleo, secuestrada en la ESMA desde octubre de 1977 a abril de 1979, es otra de las voces que testificó en ese histórico juicio. Cuando la Argentina ganó el Mundial, la sacaron a festejar en un auto que tenía un techo rebatible. Le pidió al represor Héctor Febres que la dejara estirar su cabeza por fuera del auto. Las calles estaban repletas de otros autos y había una muchedumbre festejando. Cuenta Galeo: "Saqué la cabeza por ahí. Yo mirando eso me puse a llorar y tuve una certeza: si yo grito que soy una desaparecida nadie me va a dar pelota (...) porque nosotros no pertenecíamos al mundo de los vivos, había algo que nos separaba de ese mundo exterior (...) Definiría soledad como ese momento, estar desaparecida en el medio de una multitud festejando".

'Mantecol' Ayala coincide con la visión de Coquet: "Yo nunca acusé a la selección de ser partícipe de esa situación". Y recuerda que durante el Mundial se exhibían videos que "mostraba un país ideal, fantasioso, para los periodistas extranjeros", y que ese material era editado por la mano de obra secuestrada en el sótano de la ESMA. A su vez, Cristina Muro reivindica el goce de ver fútbol: "Me costó muchos años entender que los derechos se pelean en la calle y los partidos de Argentina hay que sentarse y verlos, y disfrutarlos. No es una dicotomía si uno sabe dónde están sus luchas", expresó.

Claudio Morresi, ex jugador de las selecciones juveniles de la selección, de Huracán y de River, ex secretario de Deporte durante entre 2004 y 2014 y cuyo hermano fue ejecutado de seis balazos en la cabeza cuando tenía 17 años, en abril de 1976, atiende a las palabras de Ricardo, Cristina y Mantecol. "Escuchándolos a ellos me tranquiliza la conciencia de haber disfrutado de ese Mundial", se confiesa Morresi mientras recorre la muestra y conversa con el diario La Nación. El ex futbolista tenía 16 años en junio de 1978. Entre los objetos vinculados al Copa, en la muestra se exhiben algunos elementos que se encontraron en la ESMA como chapitas de gaseosas con leyendas de la Copa del Mundo, y otros artículos similares coleccionables que suelen editarse durante los mundiales. Además, también hay una muestra audiovisual de numerosos testimonios de detenidos que relatan cómo vivieron el Mundial en el centro clandestino.

Alejandra Naftal es la directora del Museo Sitio de Memoria ESMA. También experimentó el horror en otro centro clandestino: El Vesubio. Sólo tenía 17 años. Había militado en una agrupación en la secundaria. Estaba en quinto año y ya no lo hacía más. No pensaba que estuviera en peligro. Es más, había sido seleccionada para ser parte de la ceremonia inaugural del Mundial en la muestra de gimnasia. Pero no llegaría al estadio Monumental. Antes fue secuestrada y llevada a la ESMA. "A mí me costó sentir que el fútbol no tenía nada que ver con la tragedia",  confiesa Naftal. "La reparación fue cuando pude ver un partido con mi papá. Que no nos saquen la alegría. Hay que desestigmatizar a los jugadores y que no nos quiten la fiesta popular", reflexiona.

 

Fuente: La Nación

 

 

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