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19 de Abril de 2024

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Se enfermó en la Armada, denunció a 12 altos mandos pero la causa está a cargo de una jueza vinculada a la fuerza

10 de Julio de 2018

Miguel Ángel Méndez solo recibió un barbijo para limpiar una bodega cubierta de carbón mineral. Se lo declaró "asintomático" pero un diagnóstico particular demostró lo contrario.

Mendez

El 6 de enero de 2010, el cabo principal Miguel Ángel Méndez recibió una orden que marcaría el inicio del fin de su carrera en la Armada. Se le indicó limpiar la bodega de carga N°2 de la embarcación “Cabo de Hornos”, amarrado en el puerto de la empresa Copetro, en La Plata, que días atrás había transportado un cargamento de carbón mineral. El marino cubrió su rostro con un barbijo hospitalario y comenzó a picar las paredes cubiertas por restos de la sustancia que al caer al suelo inundaron el sitio de polvo. Tras más de seis horas de trabajo se quedó sin aire, abandonó su puesto y al día siguiente visitó el Hospital Naval Pedro Mallo. El diagnóstico fue contundente: intoxicación por inhalación de carbón mineral.

La Junta Médica de la Armada inició una investigación para determinar si la enfermedad guardaba relación con actos de servicio, lo atendió por varios meses y le recetó una inyección para controlar la afección. Así, en agosto de 2010, se le otorgó el apto médico al considerarlo “asintomático”, aunque para Méndez algo andaba mal. El suboficial aún tenía problemas para respirar y decidió hacer una consulta particular en el Hospital Privado de la Comunidad, en Mar del Plata. Los profesionales de esa institución le informaron lo que presumía: padecía asma bronquial de carácter crónico.

Después de notar que había varios enfermos, la Armada contrató a una empresa para terminar la limpieza y una vez finalizado el trabajo nos embarcamos para llevar la carga hasta el puerto de Santa Cruz.

El marino presentó un escrito ante el Ministerio de Defensa en el que informó no haber sido provisto de los elementos de seguridad adecuados para resguardar su salud, y se abrió un expediente de investigación. A partir de allí sufrió hostigamiento por parte de las autoridades de la fuerza naval, que culminó en una megacausa que incluyó denuncias a 12 altos mandos, incluido el número 2 de la fuerza naval, Vicealmirante Francisco Javier Medrano. En 2017 se lo retiró de forma obligatoria y hoy, desde su Corrientes natal, pugna por el avance de una investigación que, dice, “está paralizada”, y que lleva adelante la jueza Gabriela Marrón, hija de Carlos Marrón, exjefe de la Armada.

De un instante al otro, la nube de polvo cubrió por completo la bodega de carga. Las cáscaras de carbón mineral sobre la pared comenzaron a caer al suelo y emanaron sustancias tóxicas. Méndez está convencido de algo: los finos paños del barbijo no fueron lo suficientemente herméticos y el polvillo se introdujo, lentamente, en sus pulmones. “Hubo negligencia de la Armada, no nos proveyeron de los elementos necesarios para cuidar nuestra salud”, le aseguró a TN.com.ar. Ratificó sus dichos en el marco de la investigación que se inició luego de que se presentó en la mesa de entrada del Ministerio de Defensa que conducía Nilda Garré, que nunca lo recibió.

“El Decreto 351/79 – Art. 199, establece que el sistema de protección se deberá ajustar completamente para evitar filtraciones y las partes en contacto con la piel tendrán que ser de goma especialmente tratada o similar, para evitar la irritación de la epidermis. Se evidencia que los barbijos hospitalarios no cumplen con las condiciones mínimas para la protección del aparato respiratorio”, argumentó el cabo principal mecánico en sistema de armas artillero. Incluso, en el acta médica de la Junta que investiga su afección, a la que accedió TN.com.ar, Méndez dejó constancia que le pidió al Señor Guardiamarina Cacault un litro de leche para atenuar los efectos de la intoxicación, que “nunca le fue provista”.

De algo también está seguro Méndez, la Junta Médica de la Armada lo diagnóstico de forma incorrecta desde el principio. Según su relato, en los meses posteriores a la aparición de la afección, en cada visita, los profesionales le aseguraban que “estaba mejorando” pese a sus dificultades para respirar. El 22 de abril de 2010, visitó al doctor Pablo Federico, a quien le manifestó que “se le tomaba el pecho”. El médico le recetó una inyección Cronocorteroide, y le aconsejó que se la aplicara cuando tuviera esos síntomas. Posteriormente la Junta del Hospital Pedro Mallo le dio el apto y determinó que estaba asintomático.

No solo Méndez sufrió los efectos de la carga de “coque” (el agente contaminante que provocó la intoxicación). Aquella tarde del 6 de enero de 2010 sus compañeros también fueron asistidos. “Después de notar que había varios enfermos, la Armada contrató a una empresa para terminar la limpieza y una vez finalizado el trabajo nos embarcamos para llevar la carga hasta el puerto de la empresa Aluar, en Santa Cruz. En el viaje tampoco se nos entregó vestuario adecuado e incluso nos sacaron fotos de civil”, contó sobre aquella navegación.

Si bien la Armada y el Ministerio de Defensa rechazaron las acusaciones, y aseguraron haber dispuesto las medidas de seguridad necesarias, el marino logró que el 20 de diciembre de 2010 se abra una nueva investigación en la Junta Médica. El diagnóstico inicial fue bronquitis asmatiforme. Durante la misma, Méndez fue asignado a trabajos administrativos y se le recetó el medicamento Ceretide 500 discus, con un valor actual cercano a los $600. De acuerdo a los dichos del cabo en el expediente, desde 2010 hasta su pase a retiro solo recibió el 50 % del descuento total por medio de la obra social de la fuerza.

La pesquisa duró tres años, y la Armada reconoció en 2013 que el cabo principal se enfermó debido a su tarea en la bodega. Se trató de una “victoria” con sabor amargo, que solo reconfirmó lo que Méndez ya sabía: padecía asma crónico. Significó, además, el comienzo de lo que él mismo definió como “una pesadilla”. En los años posteriores, el marino acusó a sus superiores de colocar datos falsos e inexactos en las fojas de concepto –evaluación de rendimiento anual- para perjudicar su carrera en la fuerza y de labrarle actas de sanción sin fundamento. “Simplemente me empujaron hacia el abismo. Me echaron”. Pero antes de que eso ocurra, acudió a la Justicia. Y denunció a los más altos mandos.

De la denuncia al hostigamiento. En 2014, Méndez fue asignado a la Escuela de Técnicas y Tácticas Navales de la Base Naval de Puerto Belgrano. El 8 de abril, se le pidió que firme la ficha de censo, un documento en el que los marinos informan la base en la que desean prestar servicio. Al pie de la nota escribió: “En desacuerdo con la opinión del titular, solicito copia del documento firmado”. Lo hizo, según consta en el expediente, porque las autoridades de la Armada querían que se embarque, lo que el cabo rechazó debido a su asma crónico. "Me lo impedía mi estado de salud", agregó a este sitio.

Por este episodio, el Capitán de Navío Jorge Juan Siekan lo sancionó. Su argumento fue que la ficha de censo no era el medio adecuado para expresar una opinión y lo acusó de “excederse en sus atribuciones, menoscabando la disciplina militar”. Unos días después, el 5 de junio de 2014, Méndez fue citado a la oficina de otro alto mando, el Capitán de Navío Carlos Alberto Cazzaniga. El marino lo acusó en el expediente de maltrato, y reconstruyó -siempre según su versión - parte del diálogo con su superior: “Usted no vino a hablar, vino a escuchar, usted no puede firmar así. Termine de hablar, acá hablo yo”.

Ambas situaciones fueron el motor de la primera denuncia por “violación de funciones y deberes de funcionario público y abuso de autoridad” en la que pidió se investigue al Capitán de Navío, Jorge Juan Siekan; Capitán de Navío Fernando Luis Camacho; Capitán de Navío Carlos Alberto Cazzaniga y el Capitán de Fragata Carlos Alberto Rodríguez. La causa recayó en el juzgado federal N 2 de Bahía Blanca, a cargo de la jueza Gabriela Marrón. Como respuesta a sus denuncias, en la foja de conceptos de 2014 - de la que participaron Cazzaniga y Rodríguez - la Armada determinó que Méndez “no se encuentra adaptado a la vida militar y permanentemente desafía a la autoridad". La conclusión final fue tajante: “No propuesto para el ascenso”.

Un año más tarde se produjo una situación particular, luego de que Méndez fue trasladado al Arsenal Naval de Puerto Belgrano. El encargado de la división, Juan José Britos, elogió su trabajo allí. “Tuvo un rendimiento sobre lo normal/excepcional, demostró responsabilidad y gran conocimiento en administración y reglamentación”. Y en un tramo de su conclusión, aclaró: “Más allá de los conceptos que acarrea, demostró su profesionalismo y el sentido de pertenencia a la institución. Lo considero propuesto para el ascenso”. En la Armada, las fojas de concepto describen el rendimiento de un marino a lo largo de un período y están compuestas por las opiniones del suboficial a cargo, el jefe encargado y las opiniones de los altos mandos. El reglamento indica que los superiores deben regirse por los informes que brinda la cadena de mando del calificado, aunque esto no siempre ocurre.

El Capitán de Navío Carlos Eduardo Recabeitia fue muy duro en su evaluación: “Se encuentra observado por oficio por su falta de adaptación a la vida militar. Durante este año ha incurrido en la presentación de reclamos (Méndez había cuestionado su calificación del 2014). Lo hizo mediante un escrito con poca claridad en su redacción. Lo expuesto confirma a mi juicio que no cuenta con condiciones mínimas de adaptación al entorno castrense. No deseo tenerlo bajo mis órdenes. No propuesto para el ascenso”.

El escrito del Capitán trajo consigo la primera advertencia: “Deberá revertir esta situación que compromete sus posibilidades futuras en la institución”.

La respuesta de Méndez no tardó en llegar y amplió su denuncia. Pidió que la investigación también implique a Recabeitia y al Capitán de Navío Auditor, José Enrique Caballero. A éste último lo acusó de haberle negado el derecho a la defensa, luego de que el marino le transmitió su disconformidad con respecto al contenido de su foja de conceptos. “Expresar una defensa es cuestionar al superior”, le dijo. Por su parte, a Recabeitia lo denunció luego de que éste sostuvo en la evaluación final que el cabo había amenazado a Caballero. En la causa consta que Méndez pidió copia de la amenaza a la Armada y nunca obtuvo respuesta. “Es un invento”, agregó de forma contundente.

Con la llegada del 2016 la situación no varió. La jefa del Departamento Polvorines, María Alejandra Cantero, y el suboficial Gabriel Maradona, lo sancionaron por no haber cumplido una orden interna durante la guardia del 1 de julio de ese año. Méndez asegura que al momento de la indicación ya había finalizado su horario de trabajo. “Tomé la guardia a las 8 de la mañana, son horarios 6x6, es decir seis horas de tareas, y otras seis de descanso. Trabajé de 8 a 14 y de 20 a las dos de la madrugada. Ellos me dieron una orden el día 2 de julio a las 13, cuando ya no estaba en el puesto y de cualquier forma me sancionaron”, se defendió.

Pocas semanas después recibió otra mala noticia. El Contra Almirante Francisco Javier Medrano lo sancionó por “no haber informado” acerca de la denuncia que formuló en contra de integrantes de la Armada. El acta fue impuesta en noviembre de 2015, pero el marino se enteró de ella en febrero del año siguiente. Como sea, Méndez aportó documentación con la que demostró haber dado cuenta a la fuerza naval de sus presentaciones en sede penal. La sanción del alto mando se generó una semana después de que el marino se presentó a declarar ante la jueza Marrón.

Medrano es actualmente Vicealmirante subjefe del Estado Mayor General de la Armada. Su ascenso se dio tras la remoción de autoridades de la fuerza naval en medio de la desaparición del submarino ARA San Juan, un caso que desnudó la falta de mantenimiento de las unidades marítimas. Se trata del número dos de la fuerza, tan solo por debajo del vicealmirante José Luis Villán.

En rigor, un hecho demostraría que la Armada tenía conocimientos de las denuncias. En dos oportunidades, la División Asuntos Legales de la fuerza le requirió al fiscal federal N°1 Antonio Horacio Castaño conocer el estado de situación del Capitán Cazzaniga y Caballero. La Justicia contestó que, hasta el momento, no había imputados en la causa.

Sobre el final del 2016, Méndez realizó otra ampliación de denuncia. “Considerando la presunta existencia de una coacción de Delito de Abuso de Autoridad por parte de diferentes superiores, solicito que se investigue el accionar de los superiores citados y de corresponder se incorpore al expediente como denunciados”, solicitó al fiscal federal N 1 Antonio Horacio Castaño. Fue así como Cantero y Medrano se sumaron al listado. La ampliación también incorporó al Capitán de Navío, Claudio Alessio, al Capitán de Corbeta, Maximiliano Rodrigo Villar y al Capitán de Navío, Díaz Casas. A estos los acusó de colocar más datos falsos en su foja de concepto.

En total, son 12 los altos mandos denunciados, una situación particular casi sin precedentes en la Armada. Incluso, la mayoría de ellos, logró ascensos en la fuerza pese a estar involucrados en la investigación.

Retiro obligatorio. Hacia fines de diciembre de 2016, la relación entre Méndez y la Armada estaba totalmente quebrada. Su paso por la Fuerza, que se inició en 1999, estaba a punto de llegar a su fin. El 30 de marzo de 2017, la Junta de Calificaciones para el Personal de Suboficiales y Tropa lo declaró “no propuesto para permanecer en servicio activo” y se le informó que el retiro obligatorio sería tramitado el 1 de mayo. El escrito llevó la firma de Marcos Ernesto Henson, director de Personal.

Méndez abandonó la casa que alquilaba en la base de Puerto Belgrano y regresó a Corrientes junto a su esposa y su hijo, que padece parálisis cerebral. Su salida de la fuerza se produjo pese a la existencia de una causa judicial en curso, que según el ahora exmarino nunca avanzó debido a los lazos que unen a la jueza Marrón con la fuerza: es hija del exjefe de la Armada, Carlos Marrón. TN.com.ar intentó comunicarse con la magistrada en reiteradas oportunidades pero no obtuvo respuesta. La Armada tampoco brindó su versión de los hechos, aunque en el expediente queda claro que refutó todos y cada uno de los dichos del cabo, siempre con el argumento de que su actitud era "desafiante y menoscababa la disciplina militar".

“Solo una vez me citaron a declarar y a los denunciados nunca los citó. La investigación jamás avanzó”, se quejó Méndez, quien además le contó a este sitio que sigue pagando sus medicamentos y aun toma “Ceretide” dos veces al día para controlar su asma bronquial, la enfermedad que contrajo a raíz de la limpieza en la bodega de carga del Cabo de Hornos. La misma que lo acompañará de por vida.

Por estos días, la Armada le deposita el 40 % del sueldo, unos $5272 que lo obligan a trabajar en una empresa de seguridad. Tiene tres hijos. María Emilia, de 15 años, Miguel Ángel, de 14 y Benito Jeremías, de 10.

“Entré a los 19 años a la fuerza y escuché en ese momento las palabras honor y lealtad. Siempre resalté los valores que te enseñan, pero hoy creo la Armada no es lo que parece. Me duele que me hayan sacado así, como si nada”, finalizó.

 

 

Fuente: TN

 

 

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